Tacto y sonido
Con frecuencia, las cualidades táctiles se reconocen en rasgos o modalidades no directamente asociados con el tacto. La cualidad táctil de ciertos sonidos, por ejemplo, se describe como sedosa, suave, blanda, áspera, etc. Algunos escritores se enorgullecen de un conocimiento casi táctil de su oficio, como si fueran más artesanos que escritores; Flaubert y Kipling fueron dos de ellos. La pintura es un medio en el que lo táctil ha constituido una parte casi esencial de la comunicación del artista, sobre todo en obras como las de Van Gogh, Segonzac, los impresionistas en general y muchos otros.
En ocasiones se ha señalado, quizá como metáfora, que el sonido tiene una cualidad táctil. Entre el tacto y el sonido existe una relación mucho más profunda de la que muchos reconocemos. La piel es tan versátil que puede responder a las ondas de sonido como a las de la presión. A. S. Mirkin, del Instituto Pavlov de Fisiología en Leningrado, ha demostrado que los corpúsculos de Pacini, receptores sensoriales de la presión (tacto profundo) presentes alrededor de los músculos, articulaciones, ligamentos y tendones, poseen unas propiedades de resonancia muy definidas. Mirkin sometió a estimulación acústica en un campo acústico uniforme a los corpúsculos de Pacini del tejido mesentérico adyacente a los intestinos; observó que estos receptores poseen propiedades de resonancia y que puede obtenerse una conexión condicionada entre una frecuencia óptima de estimulación y los períodos de actividad bioeléctrica, lo que sugiere con claridad una resonancia bioquímica en los corpúsculos de Pacini. Es un hallazgo de gran interés, ya que el tacto y los receptores de la presión en la piel comunican al cerebro la información que recogen sobre la posición corporal.
Madsen y Mears, en un trabajo con sordos, hallaron que las vibraciones sonoras tenían un efecto significativo en el umbral táctil: que a 50 ciclos por segundo el tono a presión alta y baja desensibiliza la piel y aumenta el umbral, mientras que a 5.000 ciclos por segundo el tono, a niveles de presión tanto altos como bajos, sensibiliza la piel.
Gescheider ha demostrado que la piel puede localizar ondas de sonido de diferentes intensidades con considerable precisión. Lo que sugiere todo tipo de posibilidades.