Nuestra visión
Ortega y Gasset observa: “Está claro que la forma decisiva de relacionarnos con las cosas. es el tacto. Y, en tal caso, tacto y contacto son necesariamente el factor más concluyente en la determinación de la estructura de nuestro mundo”. También señala que el tacto se diferencia de los otros sentidos en que siempre implica la presencia, al mismo tiempo e inseparablemente, del cuerpo que tocamos y el cuerpo con el que tocamos. A diferencia de la vista o el oído, con el contacto sentimos las cosas en nuestro interior, en nuestros cuerpos. Por tanto, nuestro mundo está compuesto de presencias, de cosas que son cuerpos, y lo son porque entran en contacto con lo que nos es más próximo, con el “yo” que somos, es decir, con nuestro cuerpo.


El tacto es el sentido de nuestra presencia
Todos tocamos primero y aprendemos a ver después y al aprender erigimos un mundo casi visual sobre una base táctil, dando una doble calidad a todas las percepciones de objetos, primero dentro del alcance inmediato, posteriormente en el alcance potencial o último. Todos los jóvenes, y muchos adultos, quieren aprehender una nueva visión.
La piel en sí no piensa, pero su sensibilidad tan elevada, combinada con su capacidad para recoger y transmitir una variedad tan extraordinaria de señales y lograr, un abanico tan amplio de respuestas que excede a los otros órganos de los sentidos, la hace sólo comparable con el cerebro en cuanto a versatilidad. Es algo que no debería sorprendernos, pues, como se ha comentado, la piel es en realidad el sistema nervioso externo del organismo.
Bruno Munari, reconocido artista y diseñador, tras una primera adhesión al Futurismo, se dedicó a la educación artística de los niños, creando un tipo de arte capaz de involucrar todos los sentidos y no sólo la vista. Y de todos los sentidos, el tacto es el más utilizado por los niños. Con el tiempo, sin embargo, se pierde el placer de tocar y por tanto también el uso del tacto, favoreciendo la vista y el oído. Al principio de nuestra vida, en cambio, este es casi el único sentido que nos permite entrar en contacto con el mundo. Posteriormente, las constantes recomendaciones de los adultos: ‘no toques, ten cuidado, es frágil, se romperá, no te ensucies…’ impedirán el uso del tacto y su desarrollo, hasta la pérdida de gran parte de la sensibilidad adquirida. Por lo tanto, la educación táctil debería perseguirse y respaldarse infatigablemente.