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Estrecharse la mano

Estrecharse la mano

Estrecharse la mano

¿Habéis advertido las diferentes formas de estrecharse la mano? Existe el método oficial de alto rango: cuerpo erecto, sacudida corta y rápida cerca de la barbilla; la mano muerta, que, ofrece una mano plana y apenas es consciente de su contigüidad; el digital, con un dedo hacia fuera, muy utilizado por el clero; el estrechador rusticus, donde la mano queda apresada por otra de hierro, lo que denota salud ruda, corazón cálido y distancia de la Metrópolis, pero produce una gran sensación de alivio cuando sentimos nuestra mano liberada y ningún dedo roto. Sigue a continuación el apretón retentivo que, tras empezar con vigor, se detiene como para tomar aire sin soltar a su presa y, antes de que podamos percatarnos, empieza de nuevo, de modo que uno acaba por sentirse ansioso y sin que quede en nosotros nada por estrechar. Aún peor es el tipo pez, palma húmeda como un pescado e igual de silencioso y pegajoso, que impregna nuestra mano con su olor.

Sydney Smith no agotó las diferentes formas de darse la mano. Dos modalidades observables en la actualidad son las siguientes: darse la mano y, al mismo tiempo, sujetar el codo o el antebrazo de esa misma mano, o estrechar con ambas manos la mano de la otra persona. Sé de una joven que así lo hace cuando se lo comenté, pareció sorprenderse y respondió que non era consciente de dar la mano de esta forma.

Los chimpancés que viven en libertad alargan la mano para permitir que otro la toque como gesto de amistad. También lo hace el gorila; constituye asimismo una medida de las intenciones del otro. Estos saludos toman diferentes formas entre los chimpancés; por ejemplo, colocan una mano en el muslo o sobre el cuerpo del otro con ademán tranquilizador.

Las diferentes formas de darse la mano nos llevan al tema de los saludos en general, que representan una forma de conducta táctil que ha recibido escasa atención. El acto de estrecharse la mano es una prueba de amistad. Ortega y Gasset elaboró una teoría bastante peregrina sobre el origen del apretón de manos: lo considera un acto de sumisión del venciido o del esclavo hacia el amo. No es una teoría novedosa pues, como señala Westermarck, en muchos casos el apretón de manos parece tener el mismo origen que otras ceremonias de contacto corporal. Los gestos de saludo pueden expresar no sólo la ausencia de malas intenciones, sino una actitud amistosa positiva. Sean cuales sean sus orígenes, es obviamente una forma de comunicación táctil, al igual que unir las palmas de las manos, llevarse la mano al corazón, frotarse la nariz, abrazarse, besarse e incluso propinar palmadas en la espalda, pellizcar la mejilla o despeinar el cabello.

El doctor August Coppola ha subrayado acertadamente que estrechar la mano de otra persona nos comunica algo inmediato, y directo acerca de ella; por mucho que la gente pretenda simular su forma de estrechar la mano, la imagen táctil está directamente relacionada con el esfuerzo implicado, con la forma en que una persona intenta conocer a otra. Como dice Coppola, “no hay poses, ni mentiras, nada estático, pues incluso una mano quieta, blanda, sin esfuerzo, se leerá como retraída en relación a la otra y, a su vez, provocará una respuesta [ … ]. Puesto que nuestra única forma de conocernos es sentir los más leves movimientos, parece imposible que las personas simulen sus reacciones, pues el mismo intento se sentirá como titubeo o reserva en la relación táctil”. En el mundo del tacto, la personalidad constituye el proceso mismo de compromiso.

No es casual que al sernos presentada otra persona le dirijamos frases como “Encantado de conocerle”, “¿Cómo está?”, “Es un placer conocerle” y otras semejantes pues, como afirma Coppola, al darse la mano la conciencia táctil está subrayada por “la reciprocidad de dos personas que intentan conocerse, abrir una serie de respuestas que van más allá del abismo que se encuentra al fin del mundo táctil”.

La próxima vez que estrechemos una mano -seamos o no conscientes de ello- conviene recordar que nos estamos embarcando en un viaje de descubrimiento.

Ashley Montagu, Touching: The Human Significance of The Skin (El tacto: la importancia de la piel en las relaciones humanas), New York: Columbia University Press, 1971

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